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Vivencia de cambio en la facultad de medicina en los años 90

Martha Rocío Contreras Torres, Juan Fernando Cediel Becerra

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Mi historia laboral inicia en el año 1984, en el Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario, en el departamento de Patología de la Facultad de Medicina. Allí inicié con medio tiempo trabajando como auxiliar de laboratorio de patología, el otro medio tiempo lo empleaba para prepararme en histotecnología; en ese momento, mi jefe era el doctor Darío Cadena Rey, a quien admiro, estimo y respeto pues es alguien que se ha caracterizado por ser una persona con una gran calidad humana, pensando siempre en el crecimiento personal, profesional y laboral de las personas a su cargo. Para mí es claro que, sin la ayuda y la guía de él no hubiese logrado cumplir 40 años trabajando para la Universidad.

Luego de dos años, y por petición del doctor Cadena, fui nombrada tiempo completo con el título que me acreditaba como histotecnóloga. En ese tiempo todos los empleados fuimos nombrados por dos grandes instituciones, la mitad del personal era contratado por el Hospital San José, y la otra mitad por el Colegio Mayor de Nuestra señora del Rosario. Los empleados siempre consideramos que desde esa época contábamos con grandes profesionales y seres humanos que unidos dirigían y guiaban con alto grado de compromiso, calidad y profesionalismo a quienes formábamos una sola institución. Todos trabajábamos con dedicación y responsabilidad; recuerdo que éramos una sola familia, nos conocíamos unos con otros, compartíamos con nuestros jefes, docentes, compañeros y estudiantes; no solo el trabajo, también los almuerzos y fechas especiales organizadas por estas dos grandes entidades. Un ejemplo de esa unión eran las competencias de ciclismo que se hacían el municipio de Cucunubá algunos fines de semana, en las que participaban docentes, administrativos, estudiantes y trabajadores tanto de la universidad como del hospital.

Las instalaciones para los estudiantes y empleados siempre estuvieron muy bien dotadas, equipos de última calidad, salones cómodos, laboratorios muy completos, en donde cada estudiante que llegaba se sentía orgulloso de pertenecer a la universidad y al hospital San José. Me es muy grato y nostálgico en este momento ver el actual laboratorio y encontrar cuadros e incluso microscopios que datan de aquella época y que hemos decidido conservar, precisamente para recordar que lo que somos ahora emergió desde lo que se cultivó en aquella época.    

Seguía transcurriendo el tiempo y mi labor pasó a ser el procesamiento de los biopsias que procedían de las diferentes especialidades y de las muestra obtenidas de las autopsias,  para obtener placas histológicas de diferentes tejidos y órganos que serían observados y descritos por los docentes y los estudiantes de la Unidad de Morfología; así como placas patológicas con diferentes técnicas, para las prácticas y análisis por parte de los estudiantes de pregrado y posgrado de aquellos pacientes y casos vistos en el hospital; de hecho por solicitud de los docentes de patología, yo procesaba las láminas de aquellos casos clínicos especiales que se presentaban en las conferencias de las correlaciones clínico patológicas, los llamados CPC, a los que asistían gran parte de la planta académica de la facultad. Todos trabajábamos con amor y compromiso por lo que hacíamos.

A finales del año 1996 las dos grandes instituciones deciden separarse, fue un gran impacto para todos quienes hacíamos parte de ellas, en ese momento deseábamos que dicha noticia no fuera cierta, recuerdo además que con los ojos llenos de lágrimas pregunté ¿eso es así?, ¿eso es cierto?; me contestaron que solo era un rumor. El silencio caminaba por los pasillos, la zozobra se sentía en cada momento ya que nadie se atrevía a comentar nada; los días pasaban y seguíamos trabajando con la incertidumbre de nuestra estabilidad laboral, aún no se confirmaba la noticia, y la esperanza de que ese rumor no fuese real se iba desvaneciendo. Las directivas se reunían continuamente.

Finalmente llegó el día en el que cada jefe confirmó a su equipo de trabajo la separación. Nuestro jefe de departamento, el doctor Cadena, se encontraba afligido cuando nos confirmó la noticia de la separación del Colegio Mayor y el Hospital San José. Había mucho dolor en nuestros corazones, sobre todo en las personas que trabajan por parte de la universidad; pues en ese momento se nos indicó que teníamos que tomar una decisión: quedarnos en el hospital o irnos con la universidad.

En ese momento la confusión era la norma, pues no sabíamos qué decir ya que para nosotros era claro que ambas entidades velaban por el bienestar de sus empleados y con ambas instituciones es que habíamos crecido personal y profesionalmente. Tanto el Hospital como el Colegio Mayor nos había aportado a cada uno de nosotros, nos permitieron formarnos y crecer laboral, profesional y personalmente forjando nuestra calidad de vida.

Cada día que pasaba nos reuníamos con nuestros compañeros teniendo la esperanza de que se retractaran de la separación, pero no fue así, por lo que a cada uno de nosotros nos tocó expresar aquella decisión. En mi caso personal, tras una gran reflexión, opté por quedarme con la universidad, porque habían transcurrido ya en ese entonces 13 años vinculada con ella, estaba en una empresa que me había respaldado y me había brindado oportunidades para salir adelante, mi amor por dicha institución fue lo que me impulsó a tomar esta decisión.

 Al inicio del año 1997 una pequeña parte de la Facultad de Medicina fue trasladada a la sede Quinta de Mutis. En ese momento el decano era el doctor Alfonso Tribín Ferro, quien fue el primer médico egresado de la facultad de medicina de la universidad en ocupar este cargo. Bajo la dirección de él, y con el apoyo del doctor Ciro Alfonso Casadiego, además del gran trabajo del equipo de docentes de aquel entonces, algunos aun presentes en la universidad, otros que ya se han pensionado como por ejemplo el doctor Julio Alarcón y el doctor Héctor Bernal, y otros que desafortunadamente ya han fallecido, como el doctor Carlos Moreno y el doctor John Jairo Hernández, se dio en esta sede, completamente nueva para todos nosotros, la creación del instituto de ciencias básicas.

Recuerdo que todos trabajamos en el traslado de equipos, insumos, implementos de oficina, nosotros nos encargábamos de empacar y organizar para que la empresa contratada del traslado llevara todo a la nueva sede. Se adaptaron los laboratorios de microbiología, bioquímica, fisiología, así como el anfiteatro y el laboratorio de histología durante el primer semestre del mencionado año, para que así los estudiantes iniciaran sus clases sin ninguna interrupción. Algunos estudiantes de tercer semestre fueron trasladados a la nueva sede para continuar sus estudios, además llegaba una nueva promoción.

En un primer momento de ese traslado, la Facultad de Medicina compartió la sede con los estudiantes de secundaria del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario, pues cuando llegamos ya se habían trasladado a los estudiantes de los cursos de primaria. La Sede fue dividida por algunas rejas que separaban a los estudiantes de medicina de aquellos estudiantes de bachillerato y no era extraño ver a aquellos muchachos intentando asomarse a ver lo que sucedía en ese costado hacía la zona norte de la sede, especialmente intentando ver en el primer piso lo que sucedía en el anfiteatro de la facultad.

Fue en el año de 1998 que los estudiantes del colegio fueron completamente trasladados a la nueva sede del colegio. Aquel último día que compartimos la sede, a mediados del mes de junio los estudiantes del colegio se despidieron de la sede con varias actividades, incluso una serenata; a lo que se sumó el doblar incesante de las campanas de la Quinta, incluso aquella ubicadas en la torre de la capilla y que solo sonaron en aquella ocasión.

Para el año 1999 todos los predios de la Quinta de Mutis se utilizaron como sede de la Escuela de Medicina y Ciencias de la Salud de la Universidad del Rosario, siendo esta inaugurada el 6 de febrero de 1999 con los programas de Fisioterapia, Fonoaudiología, Medicina y Terapia Ocupacional.

Nuestra vida laboral continuó en la sede propia de la universidad, los estudiantes y trabajadores contábamos ya con una biblioteca de ciencias de la salud, salones y auditorios, laboratorios, oficinas, cafeterías y espacios de recreación; para mis compañeros esto representó un gran reto ya que debíamos organizar el laboratorio que cada uno manejaba para las prácticas de diferentes programas en pregrado y posgrado. Además de acoplarnos a un nuevo lugar, fue necesario hacerlo a una nueva forma de trabajar.

Debo decir que, gracias a tales instalaciones, equipos, material y los dirigentes de la institución, logramos llevar a cabo las actividades diarias con gran satisfacción y entusiasmo, éramos de nuevo una gran familia. Al poco tiempo, la Escuela ya estaba organizada totalmente; la división con el hospital, aunque fue difícil, iba quedando atrás.

Ya han pasado 28 años en esta sede, han llegado nuevos docentes, nuevos compañeros y nuevos estudiantes; muchos de los que fueron antes estudiantes ahora son docentes o directivos. He podido ver cómo cada uno de ellos, y así cómo la propia facultad, hoy Escuela de Medicina y Ciencias de la Salud, ha crecido de una manera asombrosa.

Ya son 40 años de mi vida laboral en esta institución y, como lo he mencionado, me encuentro agradecida por cada una de las oportunidades que me brindó a mí y a mi familia. Gracias a mi labor he logrado tener una calidad de vida, además de entregar, en cada acción, mi corazón a los estudiantes, docentes, a mis jefes y demás compañeros que han pasado por el laboratorio a lo largo de estos años. Espero, con el más sincero cariño, que cada uno de los que tuvo la oportunidad o el espacio de compartir conmigo se haya llevado una enseñanza de vida.

 

Martha Rocío Contreras Torres

Juan Fernando Cediel Becerra