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Editorial

Juan Mauricio Pardo Oviedo

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Sesenta años son un periodo de tiempo, que según desde la perspectiva donde se mire, pueden ser muchos o pocos días. Pero el año 1965, sin duda, marca un hito no solo en la historia de la Universidad del Rosario, sino también en la historia de la medicina y la ciencia en Colombia.

Este año está rodeado de un momento geopolítico importante a nivel mundial. Con las revoluciones de los años sesenta,  el mundo sin duda era un lugar distinto. En muchas latitudes se vivía un espíritu de cambio, de reflexión y de necesidades. El movimiento por los derechos civiles en Estados Unidos, con la marcha de Selma a Montgomery, así como la ley de derecho al voto eran fundamentales como manifestaciones de esa necesidad de cambio, de plantear una nueva forma de sociedad.

Mientras tanto, la carrera espacial adelantada entre Estados Unidos y la Unión Soviética veía el primer paseo espacial de  seres humanos.

Este año también se acompañó de una buena banda sonora: Los Beatles lanzaron los discos Help y Rubber Soul. The Who con “My generation” , y John Coltrane así como Nina Simone erigían monumentos musicales en este año.

En Colombia se estaban gestando también cambios políticos y sociales, como la presencia del Frente Nacional en lo político, así como tensiones entre distintos estamentos de la sociedad. En la medicina colombiana también se estaban generando grandes cambios. Posterior a la promulgación de ley de Seguridad Social en 1940, la implementación de la misma proponía cambio en la forma de prestación, intentando llevar la  El Servicio de Salubridad Rural, como forma de garantizar prestación de salud a los municipios. En esto, la necesidad de fortalecer la salud pública, y los primeros años del Instituto Colombiano de Seguros Sociales, en 1946, estaban cambiando la forma de ejercer la medicina en el País.

En la educación médica también se veían cambios importantes con la llegada de profesionales formados en el exterior bajo el modelo Flexneriano, en contraposición a visiones clásicas que predominaban en el país.

Fruto de estas discusiones, y con la influencia del Plan Marshall, llega la primera misión médica norteamericana en 1948 y, la segunda, en 1953, liderada por la División de Salud del Instituto de Relaciones Interamericanas, con algunos principios orientadores con el fin de modernizar el ejercicio de la medicina en el país. Dentro de las propuestas realizadas por esta comisión hay un enfoque importante en la forma de enseñar la medicina, incluyendo una reorganización desde las facultades, con departamentos por cada una de las principales especialidades, fortalecimiento en ciencias básicas y posibilidades de formación en el exterior, así como una mayor necesidad de rotaciones hospitalarias de manera temprana. El concepto de ver la salud como una inversión para el progreso de los países exigía una nueva formación de médicos

En 1959 se funda la Asociación Colombiana de Facultades de Medicina, que, como se comentará posteriormente, tuvo un rol en la segunda apertura de los estudios de medicina.

En este escenario, aunado a la decisión de la Universidad Javeriana, cuyos estudios se desarrollaban en el Hospital de San José, de trasladar los mismos al Hospital San Ignacio, dejaban el escenario perfecto para que se iniciaran las conversaciones entre el Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario y la Sociedad de Cirugía de Bogotá, regente del Hospital.

Para el Rosario, esta discusión no era un tema menor. Implicaba la reapertura del programa de medicina, el primero del país, y heraldo de la medicina ilustrada con el currículo mutisiano, el cual estuvo cerrado por cien años. Significaba, también, recuperar los sueños del fundador que incluía la medicina como uno de los pilares sobre los cuales erigió al Colegio Mayor.

Con todo lo anterior, el Dr. Guillermo Fergusson, patólogo y Director del Hospital de San José, en conjunto con el Dr. Alfonso Tribin, empezaron a reunirse con Monseñor José Vicente Castro Silva, rector del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario, con el objetivo de reabrir los estudios de medicina del Rosario, con sede en el Hospital de San José, logrando la firma de un contrato para tal fin, el 15 de junio de 1965 (podría considerarse el acta de nacimiento de la segunda reapertura), e inicio de los estudios en el año 1966, siendo el Dr. Fergusson su primer decano e inspirador de una visión de la medicina en el país, tema que será ampliado en el presente número de la Revista Nova et Vetera.

Y desde este momento, la medicina del Rosario ha tenido grandes evoluciones. Desde su primera fase en el Hospital de San José, convenio que perduró, de manera exitosa, por cerca de 35 años. En ese marco, se graduaron, aproximadamente, dos mil médicos con una gran vocación clínica, con asistencia al hospital desde el primer día, y siguiendo una visión con un enfoque social, humanista, con un enfoque hacia las especializaciones médico-quirúrgicas, pero aun con una visión limitada de la investigación. Este periodo de consolidación de la facultad, y de alguna manera, la generación de una impronta del médico rosarista, fruto de la conjunción del espíritu de la Universidad del Rosario, la actividad asistencial del hospital de San José y la visión disruptiva del Dr. Fergusson, marcaron un sello distintivo y el posicionamiento de la Facultad de Medicina a nivel nacional.

No obstante, en 1999 el convenio terminó. La Facultad de Medicina, entonces, se reorganiza, no solo en lo académico, por petición del ICFES, sino también en su estructura, y se traslada a la Quinta de Mutis, que desde entonces es la sede de la Escuela de Medicina y Ciencias de la Salud. No solo fue un cambio de escenario, también se fortaleció la enseñanza de las ciencias básicas y se dio un impulso a la investigación, con aumento de las publicaciones y del Comité de Ética en Investigación. De igual forma, se consolidó una coordinación con distintos hospitales y comunidades de la ciudad para seguir adelantando los estudios y se fortaleció el grupo de Salud Pública y las prácticas comunitarias de los estudiantes de medicina.

Sin duda, el no tener un hospital propio era un reto mayor. Pero gracias a la gestión de las directivas, Dr. Jaime Pastrana y Dr. Leonardo Palacios, lograron mantener el nivel de la medicina y su sello con nuevos aliados, como la Fundación Cardioinfantil, el Hospital Occidente de Kennedy, el Hospital de la Samaritana, la Red de Colsubsidio y la Clínica San Rafael, por mencionar solo algunos de sus actores más importantes.

Pero los esfuerzos por tener un hospital propio continuaban. En este periodo aparece la Clínica Misael Pastrana como una clínica con exclusividad de la Universidad del Rosario, permitiendo tener un mayor dominio en la formación impartida a los estudiantes. Este periodo ve nacer, también, la Revista de Ciencias de la Salud, así como el programa de tutores pares, que han hecho crecer la impronta del Rosario en sus estudiantes.

El 1 de mayo de 2008 se genera un nuevo hito: el nacimiento de la Red Hospitalaria Méderi, fruto de la unión de tres corporados: La caja de Compensación Compensar, la orden Hospitalaria de san Juan de Dios y la Universidad del Rosario, enfocadas en prestar un nuevo modelo de atención, con altos estándares asistenciales, pero también de servicio, de humanización y de academia.

La Universidad del Rosario, al ser el ente rector de la docencia y la investigación dentro de la red hospitalaria, y con la exclusividad dentro de la red para sus estudiantes, recupera el “piso propio”, y permite así la congregación de la mayor cantidad de sus estudiantes en un solo escenario, pudiendo fortalecer su modelo pedagógico, su identidad y su escuela.

A la par, se da el nacimiento de la Escuela de Medicina y Ciencias de la Salud, fruto de la unión de los programas de Medicina, Fisioterapia, Terapia Ocupacional, Psicología, Fonoaudiología, y, posteriormente, Ingeniería Biomédica y Enfermería. Esta conjunción, fruto del trabajo de los decanos Palacios y Quintero llevaron no solo a una mayor coordinación administrativa, sino a promover la interdisciplinariedad y trabajo en equipo como parte de las competencias necesarias de un profesional de la salud.

El decano Gustavo Quintero hace otro cambio mayor, la reforma curricular del programa de Medicina, modificando un currículo Flexneriano en su concepción, por uno basado en resultados de aprendizaje, integrado, basado en el modelo EPICES, y con algunos principios orientadores como los son la enseñanza para la comprensión, el aprender a aprender, el enfoque comunitario y el aprendizaje a lo largo de la vida. También, un trabajo a través de actividades planificadas para fortalecer habilidades fundamentales como la comunicación, el trabajo en equipo, la maestría, el altruismo, el manejo de la incertidumbre, la autorregulación y el liderazgo. La primera promoción de esta nueva etapa se graduó en 2019, dando origen a una nueva generación de rosaristas.

En este número se celebran estos y otros hitos que han posicionado a la medicina rosarista a nivel nacional e internacional. El rosarista de hoy, formado en las necesidades de la sociedad, y con una gran flexibilidad en su formación está en universidades como Harvard o Clínica Mayo, pero también en la comunidades como Nabusimake en la Sierra Nevada. Se desenvuelve en hospitales de alta complejidad, siendo usuario, pero también generador de nuevas tecnologías, uso de inteligencia artificial y trabaja de la mano de comunidades como en el municipio de la Vega ubicado en el departamento de Cundinamarca.

Este enfoque forma a un médico curioso, investigador, reflexivo sobre su entorno y propositivo, pero, sobre todo, entregado de manera dedicada a las personas y comunidades a las cuales puede servir.

En este número de conmemoración de estos 60 años de la segunda reapertura, queremos celebrar no solo el pasado glorioso de la medicina en el Rosario, sino también el futuro, que se abre interesante ante los nuevos retos y desafíos, en los cuales siempre encontraremos a un rosarista liderando los grandes cambios necesarios en la sociedad.